Problemas de concentración (Ben)

Hacía un frío que pelaba en las calles 'bulliciosas' calles de ese pueblecito llamado Redbucks Hill. Un lugar con no demasiada gente, no demasiada... no, tampoco nos pasemos. No eramos cuatro gatos, pero tampoco eramos muchos. Simplemente, todos nos conocíamos de vista. Estaba por las calles vestido de forma ocasionalmente informal, el traje lo había dejado en el parque de bomberos. Hoy era mi día libre ¡yuhu!. Sí, como podéis ver saltaba de alegría, llevaba muchos años en ese condenado pueblo dejado de la mano de dios trabajando como bombero jefe y nunca había tenido la oportunidad de realizar su sueño. Ser el típico héroe de las películas americanas. Entrar en una casa en llamas, rompiendo cristales, con la gente de fondo gritando que estaba loco, que era peligroso, ya sabéis.. Y al final debía salir yo con el bebé en manos llorando. Se lo entregaría a su madre que me presentaría a su hija mayor con la que tendría un flechazo de esos de déjate de cuentos.

Suspiré, menudo soñador estaba hecho. Llevaba desde los 19 como bombero y solo había hecho que bajar gatos de los árboles. Condenados animales. Un día les ataré un pedrusco a la cola y verás como se les pasan las ganas de subirse a las alturas. El caso esque entré en el café frotándome las manos para desentumecerlas. Me acerqué a la barra y saludé a Tom, el propietario de éste. Un par de señoras mayores se me acercaron a preguntarme por la problemática de mi hermana. Como siempre. Y yo, para no desentonar, les contesté lo de siempre. Que no lo sabía.

Me acerqué a la barra arrugando suavemente la nariz y moviendo las mandíbulas, entreabriéndolas como si bostezara con tal de destensar los músculos de la cara que llevaban cosa de quince minutos agarrotados de apretar los dientes para evitar que ese molesto ruido llamado castañeo le importunara al encontrarse con toda la gente que esperaba de él una sonrisa de buenos días.
Los ruidos de mis pidadas me siguieron como los fieles cachorros siguen a su amo. Eso me hizo gracia cuando lo pensé, vaya no sabía que además de bombero fuera poeta.

No se me ocurró otra cosa que rodar los ojos y mirar la carta de forma banal, luego ya sabía lo que quería antes de haber entrado siquiera. Hacía años que había caido en las redes de la monotonía, siempre hacía el mismo pedido. Una vez pedí mi habitual donut y mi café con leche para llevar. ¿Pero estaba tonto? ¡No! En un último momento pedí que no fuera para llevar, con ese frío no era conveniente andar por fuera pudiendo ser acariciado por ese aroma a café recien hecho y a bollos acabados de salir del horno.

Volteé la cabeza para mirar de forma distraida la gente que, como yo, tenía la mañana lo suficiente libre para irse a relajar al café. Mis ojos miel se posaron de forma pausada en el perfil de una chica que parecía buscar concentrarse con un libro que no alcanzaba a leer pues sus manos yacían encima. ¿Le pasaría algo? Ah, la reconocí cuando tomé el café y me acerqué con una servilleta y un donut en la otra mano. Me aculillé a su lado y le tendí el donut

- al azucar ayuda a concentrarse..