Recien llegado al lugar [Odette]

Por fin había terminado la mudanza. Se había pasado todo el día ordenando todo, los muebles, las cajas... Pero al fin había acabado. Había estado tan ocupado que ni siquiera había podido echarle un vistazo al pueblo, asi que tras darse una buena ducha y cambiarse, se decidió por salir a pasear y tal vez ir a tomar un café.

Luego de haber conocido por encima el pueblo, encontró una cafetería donde podría descansar y tomar un capuccino. Entró en ella y se dirigió a una de las mesas del fondo. La camarera se acercó a tomarle nota rapidamente y tras pedirle un capuccino se fue, dejandolo solo.

Odette, una famosa estrella del cine, primero francés y luego internacional -famosa no solo por sus superexitos de Hollywood sinó tambien por sus constantes apariciones en la prensa rosa por su carácter liberal y la de portazos que había dado en los morros a otras celebridades- abrió la puerta. Era una mujer de carácter endiabladamente sensual y todo cuanto hacía venía acompañado de ese deje se mujer perfecta que le caracterizaba. Tenía un lema que incumplia con facilidad: las verdades siempre por delante y a la cara, como una bofetada. Jamás había aparecido la persona capaz de hacer sentar la cabeza a ese angel, a esa llama, a esa santa, a esa pesadilla, a Odette Andrea Dómine. Y de hecho, dudaba que hubiera nacido aún alguien capaz de detenerla.

Delante de ella habían entrado un par de trabajadores más que buscaban airearse un poco de sus trabajos. En éstas que andaba repicoteando con sus tacones de aguja el duro suelo de la cafetería, logrando que cuantiosas miradas se posaran en esa explosiva castaña de mirada cargada de suficiencia. Ellla era el infierno y el sueño de todos y cada uno de los solteros del mundo. Y entre esos dos conceptos, no había nada. Un enorme vacío. Llegó a la cola y se frotó las manos para desentumecerlas y luego pasar sus finos dedos de pianista por su larga melena que creó imperceptiles olas hasta más abajo de sus hombros, por donde caían como una cascada color miel espesa.

Miró a uno de los hombres que la miraba -no Gabriel- y se tomó la libertad de entrecerrar los ojos y ladear la cabeza para hacerse pasar, una vez más, por una simple mujer hermosa. Le saludó con un 'bon jour' suave y mudo. Sólo moviendo los labios para que él pusiera toda su atención en ellos. Le sonrió coqueta.

La camarera volvió rápida con su capuccino pero en el momento de ir a dejarselo en la mesa, se quedó mirando la puerta como una boba, haciendo así que la taza de café casi cayera sobre él. La tomó antes de que cayera, salvandose así de abrasarse. La camarera se comenzó a disculpar llamando la atención en todo la cafetería.

- No pasa nada, enserio.-Habló con esa voz profunda y aterciopelada y con algo del acento francés aún que le quedaba al hablar inglés. La camarera se marchó avergonzada y el suspiró, al menos había conseguido que se fuera. Le dió vueltas al capuccino con una cucharilla, ignorando las miradas que le dirigía aún la camarera desde la barra.

Dette fué avanzando en la cola poco a poco, acercándose cada vez más a la barra. Ignoró la manera en como la camarera y los hombres se la quedaron mirando, ya que estaba demasiado ocupada retocándose el pelo. Una vez estubo segura de que su pelo estaba perfectamente colocado, con cada mechón en su lugar, sonrió de forma enigmática y se planchó el corto vestido que rebelaba casi medio muslo con las manos. Le sonó el móbil y lo cojió para ladear la cabeza y llevárselo al oido y usar la otra mano para taparse el otro oido ya que la camarera había empezado a disculparse de tal modo que parecía que lo hiciera a drede para que Odette no oyer a su mánager hablar desde el otro lado del teléfono. Frunció el ceño cuando dijo por el i-phone

- oui Jimmy... ya sabes que estoy de vacaciones, así que no insistas en localizaggme poggque...

Sus grandes pupilas color miel se encontraron con un hombre. Un hombre que se parecía de una forma abrumadora a un chico de diceiséis años... a un chico con el que... Andrea... mierda. El móbil le resvaló de las manos y cayó contra el suelo, saltándo la tapa y volando la batería por allí. Adiós Jimmy. La castaña siguió mirando al hombre del café, pálida...

Tomó la taza y se la llevó a los labios, dandole un sorbo al capuccino. Hizo una mueca, al quemarse la lengua de lo caliente que estaba. Volvió a dejar la taza donde estaba y tomó una servilleta para limpiarse los labios. No se dió cuenta de la mirada de cierta castaña hasta que escuchó el golpe de algo contra el suelo. Observó el movil que se había desarmado y luego alzó la mirada para ver quien era el dueño, ahora sí encontrandose con un rostro muy conocido para él. Apretó los labios, sin saber que hacer o decir. Si empezar a reclamarle por ocultarle que se había quedado embarazada y había dado la niña en adopción sin nisiquiera su consentimiento o decirle lo primero que se le paso por la mente, que estaba preciosa..

Todo el café se sumió en un silencio sospechoso. Al parecer la escena que estaban protagonizando de forma involuntaria esa pareja era algo superior a lo que estaban acostumbrados aquellos pueblerinos. Y esque cualquier cosa que sobresaliera del márgen de la monotonía de aquél lugar era visto como un show. La castaña seguía sin reaccionar. Su otro móvil empezó a sonar de forma estridente con una hermosa canción francesa, pero nadie respondió. Las miradas de los presentes se posaron en el pequeño bolso que pendía del hombro derecho de la mujer de curvas femeninas, labios carnosos y ojos miel. Seguramente sería Jimmy que trataba de averiguar porqué le había colgado -quien dice colgar dice dejar que el móbil se espachurre contra el suelo-.

Dios... ¿porqué ahora? ¿Qué había hecho para merecer esto? Clavó duramente los incisivos blancos en su labio inferior y tragó saliva de forma pausada, tratando de recuperar una imposible serenidad. Ya estaba segura de quién era. Esa mirada sólo podía ser del padre de Andrea. Gabriel Lucan. El sexy padre de su hija recién 'recuperada'. No supo cómo reaccionar. No se movió. No habló. No hizo nada... sólo esperó algo.

Consiguió reaccionar del shock que le había producido volver a verla. Se levantó de su sitio, llamando aún más la atención si era posible de aquellos que estaban en el café. Se acercó a Odette rápidamente y la tomó de uno de sus brazos, la arrastró a un lugar apartado, a los baños. No le dirigió la palabra, estaba intentando contener su malhumor.

Entró con ella al baño de hombres que estaba vacío. Se apoyó contra la puerta, impidiendole cualquier plan de escapada. Respiró hondo con la mandíbula fuertemente apretada, evitando así empezar a gritarle.

Cuando él se puso en pie, todos enmudecieron casi intimidados por la seriedad y la dureza reflejados en su varonil rostro. La castaña ocultó su temor rodando esos ojos color miel, dejando que los centelleantes reflejos de la luz flitrada por los ventanales se reflejaran en sus iris acaramelados. Parpadeó con sus largas pestañas curvilíneas y dejó que un suspiro se escapare de entre sus perfectos labios carnosos. Se los humedeció con la punta de la lengua como si ésta fuera una toallita humedecedora. Una vez él estuvo delante alzó la mirada lentamente. Gabriel siempre había sido bastante más alto, pero ahora Odette era toda una mujer y como tal, llevaba unos altos tacones de aguja que recortaban la distancia.

Abrió mucho esos ojos cuando él la tomó del brazo de ese modo casi violento, como si fuese su padre o alguien con potestad sobre ella. ¿A qué venía esa violencia? Se dejó arrastrar literalmente hasta los baños y lo miró alzando una ceja, una vez perdió de vista a los testigos del encontronazo se soltó bruscamente de su mano, mostrandose implacable como una buena femme fatale que era.

- disculpe monsieur, ¿nos conocemos? no puede tocagg así a una dama, es de mala educación

Se atrevió a hacer cómo que no lo reconocía, cruzándose de brazos y contoneando su cadera hasta tomar una posición todo lo cómoda que su ceñido vestido le permitiera estar.

Ja! Lo que le faltaba que intentara hacer como si no lo reconociera. Tal vez Gabriel hubiera cambiado un poco y tal vez se lo hubiera creído si no fuera por como Odette había reaccionado al verlo. Se mantuvo serio con la mirada fija en su rostro, intentando no caer en la trampa que era su cuerpo y que seguía haciendole perder la cabeza.

Dió unos pasos hacia ella y esperó unos momentos para calmarse antes de hablarle.- No me tomes por tonto, Odette.-Le habló en francés.- Por muy buena actriz que seas, a mí no me engañas.-Siguió hablando. Sí sabía de su carrera como actriz, se había encargado en su momento de intentar de localizarla cuando se enteró de que elña se había quedado embarazada.

Odette le miró fijamente los labios cuando él habló pero enseguida bajó la mirada y se atrapó el labio inferior con los incisivos. Vale, ya no había marcha atrás, Gariel la había reconocido y era consciente de que ella a él tambien. Suspiró sin saber bien qué hacer o decir. ¿Qué iva a hacer Gabriel? Alzó la mirada para clavar sus ojos color miel en los de él, viendo la ira acumulada en el interior del su ex... sabía que el hombre era caballeroso, pero temía que perdiera los estribos y la golpeara o algo.

- Gabi... yo...

Empezó a decir, hablando también en francés y abandonándose al idioma romántico por exceléncia mientras dejaba a un lado ese posado de superestrella para ser una mujer normal y corriente que anda perdida.

Frunció el puente de la nariz, más calmado aunque por dentro seguía sintiendo la rabia y el rencor que le tenía a la mujer que tenía frente a él. Por mucho que la hubiera querido años atrás, no podía dejar de tenerle ese odio que había acumulado con los años.

- ¿Tú qué?- Le dijo, levantando un poco de más la voz.- ¿Tú abandonaste a nuestra hija? ¿Tú me lo ocultaste?- Explotó, sin poder remediarlo.- ¿Pensabas que no me iba a enterar nunca, Dette?-Le preguntó con rabia, apretando los puños.

Odette abrió mucho más de cómo los había abierto cuando él la tomó con violencia del brazos. ¿Cómo se suponía que Gabriel era conocedor de que era padre? Y era más.. ¿cómo sabía que la había dado en adopción? Su perfecto rostro quedó demacrado cuando esos ojos color miel se inundaron de lágrimas plateadas. La verdad era un tema que creía ya olvidado, pero sus palabras le habían sentado como un mazazo en el corazón. Si se lo había ocultado había sido para no arruinar su vida del mismo modo que la suya quedó arruinada durante nueve meses.

- no la abandoné... la dí en adopción.

Dijo con voz rota mientras movía esas grandes pupilas de forma rápida ahora al iris derecho del hombre, ahora al iris izquierdo. Sus ojos cada vez se ivan empañando más, amenazando con acabar desbordándose. Pero a Odette eso de llorar no era algo que le gustara hacer más allá de la gran pantalla.

- yo.. no quería.. pero.. mis padres querían que abortara. Pero era parte de mi, de nosotros. Pensé en decírtelo, pero no pude... te habría jodido la vida del mismo modo que me la jodí a mi. Todo fué un error. El condón resultó estar caducado, Gabi..

La soltó, sin poder evitar sentirse terriblemente mal por como había reaccionado. Él nunca había sido un hombre violento pero aquel tema le podía y no podía evitar ponerse así. La miró y se sentió aun peor cuando vio sus hermosos ojos miel empapados en lágrimas. Se alejó de Odette y se apoyó contra una de las paredes del baño con una mano tapandose el rostro.

- Yo te habría apoyado.-Le dijo con la voz ahogada, tenía un gran nudo en la garganta que apenas le permitía hablar.- Me hubiera hecho cargo del bebé y te habría ayudado.

Mordió su labio inferior con fuerza, demasiado afectado para continuar hablando. No era así como se lo habían contado. Le habían dicho que ella no había querido al bebé y que lo abandonó.

Odette siguió con la mirada puesta en el suelo una vez él se retiró. Apoyó la espalda en la pared paralela a la que estaba apoyado el hombre que era el padre de su hija Andrea. Negó con la cabeza y notó como le fallaron las piernas. Cayó de forma suave, planeando como una pluma acariciada por el viento y terminó sentada en el suelo, echa un ovillo, abrazándose con fuerza las rodillas. No quiso taparse el rostro cuando una lágrima plateada rodó mejilla abajo, corriéndole un poco el rímel de sus largas pestañas y dejándole una pequeña marca oscura cruzándole la mejilla anteriormente pulcra.

- Gabriel.. si volviera atrás en el tiempo y volviera a tener la oportunidad de confesártelo o ocultártelo, seguiría guardando silencio... eramos unos críos. Yo tenía 16 años y tú casi los 17.. no podías ser padre.

Su voz se quebró un par de veces cuando el nudo de la garganta le impedió hablar. Seguramente lo que él no sabía era que Andrea acababa de reaparecer en su vida de famosa del cine internacional. ¿Debía decírselo? ¿Qué ocurriría luego?

Golpeó la pared con la palma de su mano, retirando la otra mano de su rostro. Clavó sus ojos azul mar en ella. En sus labios se había dibujado una mueca. Tan solo porque tuvieran esa edad no quería decir que no pudiese haberse hecho cargo del bebé.

- ¿Y hubieras vuelto a dejar a nuestro bebé?-Preguntó aunque sonó más como una afirmación.- Al menos si me hubieras consultado, si tu no te querías joder la vida por nuestro hijo, yo sí que lo hubiera hecho.-Le dijo fríamente, cruzándose de brazos.

El golpe seco que Gabriel dió en la pared le hizo abrir de golpe los ojos, una vez más, logrando que otra lágrima plateada rodara mejilla abajo como una gota de lluvia que se desprende de una nuve para caer en el insufrible mundo de los humanos. Lo miró con los ojos empañados y la nariz roja. Se sacó los tacones y los dejó a un lado para acariciarse las cansadas plantas de los pies. Lo miró sin saber qué responder, con ese perfecto rostro demacrado de dolor y arrepentimiento. Sus ojos color miel eran dos rios desbordados, dos rios cuyas presas la mujer se empeñaba en mantener firmes. No quería que él la viera así.. no quería que Gabriel se arripintiera de haber compartido esa primera experiencia con ella, por mal que hubiera salido...

No pudo responder ya que cerró los ojos con fuerza tratando de recordar ese juvenil rostro que en su día la enamoró hasta el punto de desear hacer cosas de mayores con él. Esos ojos celestes, ese pelo corto que había llevado con tanto orgullo en el instituto, esa cámara siempre colgada al cuello, ese sueño de viajar por europa...

Se quedó callado con los ojos fuertemente apretados, no queriendo ver a la mujer de la cual había estado enamorado años atrás y que ahora tan solo le producía esos arrebatos de odio y violencia. Pegó el rostro a la fría pared, más calmado después de haberse deshogado. No se sentía con más fuerzas para seguir reclamandole ni para seguir discutiendo con ella. ¿Para qué seguir? Si era inutil, su hijo o hija seguramente se hallaba muy lejos y ni siquiera sabría quien eran sus padres.

Suspiró pesadamente, sintiendo un picor en sus ojos. Entreabrió los ojos dejando que una lágrima cayera por su rostro. Inmediatamente se secó los ojos, no iba a dejar que Odette lo viera así de afectado.

Odette se puso en pie y tomó los tacones con la mano al abrir los ojos y ver como, aunque no llegara a llorar delante de ella, Gabriel estaba tan o más afectado que ella. Se acercó con paso dudoso, descalza, por lo que el ruido femenino de los tacones se perdió, dejándo la escena muda. Se acuclilló delante de él, sin importarle que el vestido no cediera y se subiera un poco, revelando el inicio de sus poderosos muslos que tantas veces habían salido por la gran pantalla. Si había algo que no podía negar era que seguía sintiendo algo por el padre de su hija, por lo que tuvo que confesárselo.

Tomó aire y entreabrió esos carnosos labios algo mojados por una lágrima que logró alcanzarlos y siseó con voz quebradiza

- se llama Andrea.. y desde hace una semana vive conmigo, sus padres me la devolvieron porque no podían mantenerla. Se parece mucho a mí fisicamente y de carácter... no le dije quién era su padre aún.. ¿quieres decírselo tú?

Volvió el rostro para mirarla cuando le confesó aquello. ¿Estaba hablando en serio? No podía creerselo. No pudo contener su alegría y abrazó a Odette. Ni siquiera le recriminó que no se lo hubiera dicho antes ni nada.

- Sí, yo... Me encantaría poder hablar con ella.-Consiguió decir entre balbuceos, demasiado emocionado quizás.

Aquello era la mejor noticia que Odette le podría haber dado. Su hija estaba allí con ella y podría conocerla.

Odette no pudo evitar pasarle los brazos por la espalda cuando él la abrazó de forma repentina. No supo qué hacer. Por un lado podía mantenerse distante o podía dejarse guiar por sus dormidos sentimientos. Y así lo hizo. Hundió el rostro en el cuello de Gabriel e inspiró de nuevo ese aroma a hombre que con los años solo había logrado potenciarse. Lo abrazó con fuerza mientras lloraba en silencio.. y después de conocerla.. ¿qué?

- ¿Cuando la conozcas ... te irás?

Sintió las manos de Odette por su espalda, haciendolo sentir un millón de cosas como años antes. Cerró los ojos, apoyando su barbilla en uno de los hombros de ella y respirando su perfume. Rodeó su cintura con sus brazos, pegándola a su cuerpo.- No...-Le respondió en apenas un susurro cerca de su oreja.- Yo pensaba quedarme un tiempo, compré una casa.-Le contó, acariciando con sus dedos la espalda de Odette.

Dos palabras se asomaban a los labios carnosos de la castaña pero no llegaron a salir. Se tragó esas dos palabras para no decirlas, o jurarse no hacerlo por el momento. Cerró con fuerza los ojos y sintió como Gabriel correspondía al abrazo de forma elegante. Realmente lo había hechado de menos. Separó su rostro del cuello de él y lo miró a los ojos y a los labios de forma intermitente. Le acarició el labio inferior con los dedos y sonrió ya más tranquila..

La miró sintiendo el roce de sus dedos contra su labio inferior. Tuvo que hacer uso de todas sus fuerzas para no acercar un poco más su rostro al de Odette y besar sus labios, que le seguían pareciendo tan apetecibles como cuando tenía dieciseis años.

- ¿Qué haces en este pueblo, Odette?-Le preguntó para evitar seguir con aquellos pensamientos que lo llevarían por el mal camino y acabarían haciendo lo que más deseaba en ese momento.

Odette siguió mirando de forma intermitente los ojos del que fue el hombre de su vida y que por arte de mágia había regresado y sus labios. Se mordió el suyo con fiereza, hundiendo los incisivos en él de forma cruel. Deseaba besarlo y sentirlo de nuevo.. ahora que lo acababa de reencontrar sabía que los sentimientos que creía muertos solo estaban dormidos y acababan de resurgir de sus ceñizas para decirle a gritos que quería estar cerca de Gabriel..

- de vacaciones... en un mes volveré a Los Ángeles, con Andrea..

Su respuesta hizo que en sus labios se dibujara una mueca. No quería que se llevara a Andrea, ni tampoco quería ella se fuera. Ahora que las tenía ambas con él, no deseaba separarse de ellas. En sus ojos se pudo reflejar la tristeza que aquello le producía.

- Pero no puedes irte ahora que sé que Andrea está aquí.- Le dijo, apenas separandose de ella.